A pesar de que la memorable frase de Juan Pablo I:
“Dios es Padre, pero sobre todo, es Madre”, encierre una ternura
inconmensurable, nadie duda del sexo del Señor, o al menos la inclinación y
preferencias que su actuación describe. Por si hay algún incrédulo u optimista
que considera que Dios, como los ángeles, no tiene sexo, les aseguro que es
varón.
De lo que tenía esperanzas hasta el momento es en
su misericordia infinita que además de lavar pecados, coloque en paridad a
hombres y mujeres. Para ello les debiera otorgar la misma posibilidad la ley
divina, porque ya sabemos lo lejos que está la humana de colocar a mujeres al
mismo nivel que los hombres.
Si Dios no es misógino, al menos es machista a
través de sus enviados. Obtengo esta conclusión de considerar la reunión de 115
hombres castos que piden al Espíritu Santo que los ilumine para escoger al
sucesor de Pedro. Todos hombres en conclave se votaran entre ellos y elegirán a
uno de ellos. Nadie del exterior tiene derecho a ser papable, ni por supuesto
una mujer lo será porque hasta hoy, y me temo, que, al ritmo que se mueve ese
lento y discriminatorio mecanismo, pasaran siglos hasta que suceda lo
contrario. No veremos a ninguna mujer católica votar ni ser elegida. Espero que
los 2000 millones de católicos den algunas lecciones de lo que significa la igualdad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario